En la zona derecha del árbol genealógico, podéis ver a vuestra tatarabuela Luisa y al tatarabuelo Daniel (eran los padres de mi papá). Tampoco los conocí. No sé muy bien la razón, pero nunca me contaron muchas cosas de ellos.
Observad lo elegante que está el tatarabuelo en la foto. Parece sacado de una película del oeste, ¿verdad? Daniel era coheter (está escrito en valenciano, en castellano se traduce como cohetero). No estoy seguro si era porque fabricaba cohetes o quizás, los explotaba en las fiestas. En cualquier caso, debió ser un trabajo muy divertido.
En Valencia existe la tradición de fabricar castillos de fuegos artificiales, por esta razón vais a encontrar muchas fábricas de pólvora y cohetes. Seguro que a lo largo de vuestra vida veréis muchos espectáculos de fuegos multicolores, son muy bonitos y hacen mucho ruido.
Cuando lo hagáis, pensad en vuestro tatarabuelo Daniel.
Eso sí, tened cuidado con los petardos y la pólvora, son muy peligrosos. Solo las personas mayores y responsables deben utilizarlos.
La tatarabuela Luisa era muy guapa de joven (a mí me lo parece), además de trabajadora. Tuvo siete hijos, pero no estoy muy seguro, pues como os he dicho, mi papá nunca me habló de ellos. En todo caso, ¿os podéis imaginar el trabajo que tenía en su casa?
Sé que mis abuelos Daniel y Luisa vivían en Paterna (es una ciudad de Valencia). Su casa era una cueva que visité cuando era pequeño, pero apenas la recuerdo, solo que me pareció un poco triste por estar abandonada.
Una casa cueva es una vivienda excavada en la tierra, pero, no debéis confundirla con la de nuestra antepasada Ucla, las cuevas trogloditas eran mucho menos confortables que las de hoy. Os la he dibujado para que os hagáis una idea de cómo son. En su interior están excavadas todas las estancias necesarias para vivir cómodamente, como una cocina, habitaciones para dormir, salón con televisión y chimenea y otros espacios para jugar.
En algunos lugares se ha puesto de moda vivir en cuevas, son muy apreciadas dado que son respetuosas con la naturaleza, además de cálidas en invierno y frescas en verano.
Pero en aquellos años, solo las personas más humildes vivían en cuevas, aunque no debemos avergonzarnos por ello, todo lo contrario, debemos sentirnos orgullosos. Vivir en cuevas enseñó a nuestros antepasados a ser resistentes y a valorar lo que tenían. Estas humildes viviendas representaban la fortaleza y la unidad de nuestras familias.
En cada estancia, se manifestaba la sencillez de la vida, aunque humilde, llena de significado y belleza.
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