La Pascua era un día especial para nosotros. Mamá preparaba un pan dulce adornado con un huevo duro pintado de colores que disfrutábamos en el Arenal, un lugar del pueblo en el que podíamos merendar en días festivos. Ese pan se conoce como Mona de Pascua y era delicioso.
Se cree que la Mona de Pascua tiene su origen en el siglo XVIII, coincidiendo con una tradición cristiana de la Semana Santa. Durante esos días, las abuelas obsequiaban a sus nietos una torta dulce con tantos huevos duros como años tenían, lo que a veces resultaba en un empacho.
La receta de la Mona es bastante simple y cada familia la adapta a su estilo. No obstante, la bisabuela Trini la preparaba siguiendo la receta tradicional valenciana, conocida allí como Toña. Aunque hoy en día existen versiones modernas como las de chocolate y en diversas formas, mi favorita sigue siendo la que hacía mamá. Si os interesa, podéis pedirle a mamá o papá que busquen la receta en internet.
Otra de las cosas que más me gustaba era volar las cometas que me hacía papá (en valenciano se llaman Catxirulos). Son muy fáciles de hacer; solo hay que comprar papel (puede ser de colores), conseguir hilo fuerte con muchos metros y un par de palos (el bisabuelo utilizaba cañas que buscábamos en el campo). Una vez tenéis todas las cosas, atáis los palos en cruz y los envolvéis con el papel, se sujeta la cuerda a las puntas y listo. Eso sí, debéis atarle una cola muy larga para que vuele bien.
Mamá nos enseñó una canción valenciana que cantábamos cuando comíamos la mona de Pascua y volábamos la cometa. Se llama “La tarara”. Os he escrito la letra en valenciano y en castellano.
No os lo había mencionado antes, pero los sábados por la mañana también debíamos asistir al colegio para cantar los himnos patrióticos. Sin embargo, por la tarde ya éramos libres y, tras la comida, nuestra madre nos llevaba al mercado de abastos.
Un mercado de abastos es aquel donde se comercializan productos básicos como pescado, carne, frutas, verduras y también golosinas 😋. Aunque en algunas localidades aún existen, no deben confundirse con los grandes supermercados, pues no son lo mismo. Los mercados de abastos son mucho más divertidos.
Alrededor del mercado, montaban puestos de madera en los que podías comprar juguetes, zapatos, ropa para el hogar y personal, entre otras muchas cosas. Me encantaba mirar todos los juguetes.
Sí, el sábado era un día especial para mis hermanos y para mí. ¡Tal vez por eso es mi día favorito de la semana!
Cuando mamá tenía algo de dinero, después de comprar lo esencial, nos compraba ropa nueva, como un jersey de rombos y pantalones vaqueros. Si tenía suficiente dinero, nos compraba zapatillas (que nosotros llamábamos bambas). La alegría era completa si también nos regalaba regaliz rojo, de ese que viene en espiral, aunque cuando no era posible, siempre podías comprar Regaliz natural, que también estaba buenísimo y mucho más sano.
Ya os he escrito que en aquellos tiempos no teníamos mucho dinero, pero cuando mamá podía, nos daba una peseta (la moneda de España en esos años) y comprábamos cromos para pegar en un álbum. Si lo completabas, te regalaban unos patines, aunque era difícil porque no comprábamos cromos a diario y siempre faltaba alguno en los sobres. Mi álbum favorito era el del Reino Animal.
Con muy poco te sentías satisfecho y te divertías. Aunque no tuvieras juguetes, podías jugar a juegos como el toque y palmo, el corrillo, el escondite, la lima o explorar el campo en busca de observar nidos de pajaritos (algo que ahora no se debe hacer), nosotros no sabíamos que aquello molestaba a los pájaros.
En la próxima entrada, os escribiré sobre mis juegos favoritos.
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