En este colegio teníamos varios profesores, pero mi favorito era D. Toni. Poseía un estilo muy moderno, siendo el más joven de todos los maestros y no usaba corbata. Nos impartía clases de historia natural y gimnasia. Siempre estaba dispuesto a responder nuestras preguntas, nunca se enojaba. Pero, el profesor de religión era distinto. Un día le pregunté acerca de la teoría de la evolución de las especies de Charles Darwin que D. Toni nos había enseñado un tiempo atrás. El profesor se molestó mucho y me expulso de la clase, diciéndome:
Nuestro único origen es aquel que se menciona en el Génesis de la Biblia; ¡no existe nada más allá de eso!
Tras lo sucedido, ninguno de mis compañeros se animó a preguntar nada. Con solo 12 años, no sabía cómo responder, así que permanecí en el patio hasta que llegó Don Toni. Al preguntarme qué hacía allí, le conté lo ocurrido y él me tranquilizó diciendo que no me preocupara. Sus palabras me reconfortaron y pude regresar a clase una vez que el profesor de religión se fue. En aquellos años, los profesores de religión eran los más poderosos en los coles.
Este incidente me animó a profundizar sobre estos temas (ya os lo contaré más adelante).
En una ocasión, nos invitaron a participar en la liga escolar de voleibol, y muchos de nosotros nos inscribimos. Al apuntarme en la lista, temía que no me aceptaran debido a mi polio, como había ocurrido en otros colegios, pero esta vez fue diferente: ¡fui seleccionado!
Don Toni formó dos equipos: uno de alevines (los más jóvenes) y otro de infantiles (los de catorce años). A mí me asignaron al equipo de alevines, llamado Ibosim, ¡el mismo nombre del bloque de pisos donde vivía!. Nos explicó que Ibosim es el nombre más antiguo conocido de la isla de Eivissa, otorgado por los cartagineses cuando la fundaron 654 años antes del nacimiento de Jesucristo.
Ibosin significa: “isla de Bes”, en honor a un dios protector de origen egipcio, pequeño pero bondadoso, que cuidaba de los niños y niñas.
He dibujado a Bes; aunque pueda parecer un poco feo, ¡era un dios bueno para los egipcios!
Nuestro uniforme de voleibol consistía en pantalones cortos azules y una camiseta naranja. Os confieso un secreto que nunca he contado a nadie: me daba un poco de vergüenza usar el pantalón corto porque mi pierna afectada por la polio era muy evidente y temía las burlas de mis compañeros.
Pero nunca se burlaron.
Competíamos los sábados por la mañana contra equipos de otros colegios. Aunque nunca ganamos un partido —no éramos especialmente buenos—, bueno, recuerdo que una vez sí lo hicimos, ya que el equipo contrario no se presentó. 😆
Don Toni nunca nos regañó por no ganar.
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