
Durante las décadas de 1970 y 1980, España atravesaba un período de profundos cambios y desafíos. Las condiciones no eran sencillas, y la vida cotidiana estaba marcada por diversos acontecimientos que afectaban a todos los ciudadanos.
Como joven en esa época, es cierto que no siempre se es consciente de los peligros que acechan. La sensación de invulnerabilidad y valentía nos lleva a pensar que podemos enfrentar cualquier adversidad. Sin embargo, con el paso del tiempo, la realidad se impone, nos enseña que debemos enfrentar los desafíos con valentía y compromiso.

La crisis económica de los años setenta, desencadenada por el aumento del precio del petróleo, afectó a la sociedad española. El embargo de venta de petróleo por parte de la OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo) a los países que apoyaron a Israel en la Guerra del Yom Kippur tuvo un impacto global. Las consecuencias económicas se sintieron en España y generaron incertidumbre.
La amenaza del terrorismo era una sombra constante en la España de las décadas de 1970 y 1980. Dos grupos en particular destacaban por su violencia y sus acciones perturbadoras:
ETA (Euskadi Ta Askatasuna): ETA fue una organización separatista vasca que buscaba la independencia del País Vasco y Navarra. Sus atentados con bombas, secuestros y asesinatos causaban inquietud en toda la sociedad. Los objetivos de ETA incluían políticos, empresarios, fuerzas de seguridad y civiles. La incertidumbre sobre cuándo y dónde podrían atacar generaba un clima de tensión permanente.
Grupos terroristas de extrema derecha (tardo-franquistas): Estos grupos surgieron tras la muerte del dictador Francisco Franco en 1975. Aunque la transición a la democracia estaba en marcha, algunos sectores no aceptaban los cambios y se aferraban a la ideología franquista. Estos grupos, como Fuerza Nueva o Guerrilleros de Cristo Rey, perpetraban atentados y asesinatos en nombre de su visión ultraconservadora. Sus acciones exacerbaban la polarización política y aumentaban la preocupación general.

Durante un momento decisivo, el 23 de febrero de 1981, España fue estremecida por un intento de golpe de Estado. Un grupo de militares, bajo el liderazgo del teniente coronel Antonio Tejero Molina, asaltó el Congreso de los Diputados, tomando como rehenes a los parlamentarios durante varias horas. Su objetivo era desviar el rumbo político del país hacia un régimen militar. En el mismo intento, el Capitán General Jaime Milans del Bosch desplegó tanques en la ciudad de Valencia. Afortunadamente, el Rey Juan Carlos I desempeñó un papel fundamental al respaldar la democracia y frenar el golpe.
La violencia política estaba presente en las calles y en los titulares de los periódicos. La España de esa época vivía bajo la amenaza constante del terrorismo, y la violencia política y la incertidumbre eran parte de la realidad cotidiana. La sociedad se enfrentaba a desafíos considerables mientras luchaba por consolidar la democracia y superar los obstáculos.

Estaba afiliado al sindicato CCOO, tema sobre el cual escribiré más adelante. La preocupación no solo estaba en las calles, sino también en las organizaciones de trabajadores, ya que desconocíamos hasta dónde podría llegar el intento de golpe.
Un pequeño grupo de compañeras y compañeros ocultamos los archivos con los nombres de las personas afiliadas al sindicato. Queríamos prevenir que, en caso de éxito del golpe, los golpistas accedieran a sus datos personales. Este acto tenía gran relevancia para nosotros, reflejando responsabilidad y compromiso con los demás.
Algunos podrían sugerir no actuar para evitar problemas, pero no comparto esa opinión, ya que:
“Si aspiramos a sociedades más justas y libres, debemos involucrarnos y luchar por transformarlas”.
Afortunadamente, el golpe de Estado no prosperó y la normalidad volvió al país, haciéndonos sentir más optimistas y libres cada día. Sin embargo, es cierto que hubo otros intentos que no pasaron de ser conspiraciones.
En el próximo capítulo os escribiré sobre las ideologías policías.
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