Tras varios años investigando y leyendo mucho, llegué a la conclusión de que todas las religiones tienen aspectos positivos y negativos. Sin embargo, no deseaba estar inscrito en ninguna de ellas. Mis nuevas experiencias y conocimientos me motivaron a desvincularme de la lista de bautizados en la religión católica. Después de todo, nadie me preguntó si quería ser católico.
Ya os he contado que mi nacimiento fue complicado y, quizás pensando que podría morir, me bautizaron pocos días después de nacer. Según las creencias católicas de entonces, si no estabas bautizado antes de morir, no ascendías al cielo. Te enviaban al limbo, una especie de lugar temporal mientras decidían qué hacer contigo. Esta creencia cambió en el Concilio Vaticano II, una reunión muy importante de los cardenales celebrada en 1962. Pero como nací en 1959, esta reforma no me afectó. 🤨😠
En aquellos años, cambiar de religión o desvincularte de la católica no era sencillo y podías enfrentarte a muchos problemas. Recordad que la dictadura se caracterizó por el nacionalcatolicismo, que consistía en la estrecha relación entre el Estado y la Iglesia. Esto condicionaba la vida cotidiana de todas las personas, fueran católicas o no. Aunque la nueva Constitución marcó el fin oficial del nacionalcatolicismo, las costumbres y el poder de la Iglesia permanecieron durante muchos años.
A pesar de los desafíos, estaba decidido y me mantuve firme. Hice la renuncia en secreto porque sabía que mi padre nunca estaría de acuerdo con mi decisión y, aunque me sentía muy mayor, no quería que se enfadara (ya sabéis que tenía muy mal genio).
Un día, redacté una carta y la envié certificada, para mayor seguridad, al responsable del Registro Civil del Hospital Provincial de Valencia, mi lugar de nacimiento. En la carta, solicitaba que me borraran como inscrito en la religión católica. Una persona me respondió con mucha amabilidad y explicó que no podía tacharme del libro, ya que era un registro oficial. En su respuesta, recordó mi caso debido a la corrección de mis apellidos (como os conté en capítulos anteriores, me quitaron el apellido de mi madre por no estar casada con mi padre), y este señor fue quien hizo la corrección.
No podía enfadarme con él, pues imaginé que seguía órdenes de alguien más importante en la Iglesia católica. Así que no insistí, pensando que con mi carta era suficiente. Además, era consciente de que, en aquellos años, nunca hubieran borrado mi nombre del registro. A pesar de todo, me sentí bien por hacer lo que creía correcto y actuar según mi conciencia y convicciones. Aún conservo las cartas.
Cuando mi padre se enteró de lo que hice, quiso darme una paliza, ¡pero escapé! 🤣
Esta etapa de mi vida me enseñó que es crucial ser fiel a uno mismo y actuar de acuerdo con nuestras convicciones, incluso cuando enfrentamos obstáculos. Es relevante tomar decisiones que reflejen nuestras creencias y valores, y tener el valor de seguir nuestro propio camino, aunque pueda ser difícil. Al mismo tiempo, es esencial mantener la comunicación abierta y honesta con nuestros seres queridos, ya que su apoyo y comprensión son fundamentales en nuestro viaje personal.
Con la edad suficiente, deberéis tomar vuestras propias decisiones sobre estas cuestiones y otras también importantes. Solo puedo aconsejaros que seáis coherentes con vuestras creencias y valores. Pero no ocultéis nada a vuestra mamá y papá.
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