Mi primera experiencia como voluntario de Cruz Roja fue en el puesto de camillero táctico de segunda. Fui asignado a la estación de primeros auxilios en la sede provincial, donde realizaba turnos de guardia para atender a aquellos que necesitaban nuestra ayuda. Cada turno de guardia implicaba una estancia de 12 horas en el botiquín, equipado con material de socorro y una ambulancia que utilizábamos para transportar a las personas al hospital. A pesar de que la ambulancia tenía muchos años (os la he dibujado), siempre me emocionaba subirme en ella, especialmente cuando activábamos la sirena.
Confieso que me resultaba un poco difícil manejar la camilla, que era de las antiguas, fabricadas con tubos de metal y lona. Sin embargo, siempre intentaba cumplir con mis responsabilidades. Cuando te enfrentas a una dificultad como la mía, aprendes a convivir con ella y comprendes que nunca debes rendirte. Si lo haces, tu vida se vuelve mucho más complicada. Por eso, nunca me quejé ni abandoné un turno de guardia.
Durante mi etapa como voluntario de Cruz Roja he tenido la oportunidad de asistir a muchas personas en situaciones difíciles, especialmente a aquellas que han sufrido accidentes de tráfico. Estas experiencias son duras y desafiantes, ya que las imágenes de los heridos perduran en la memoria por largo tiempo, y cada caso deja una marca emocional imborrable.
Sin embargo, los accidentes de tráfico no son los únicos retos a los que nos hemos enfrentado. También atendimos a pacientes que otros rehuían por miedo al contagio de virus o bacterias. Estas experiencias prueban no solo nuestros conocimientos sanitarios, sino también nuestra empatía y humanidad. Recuerdo especialmente el traslado de una familia completa con meningitis al hospital. Era una situación crítica y el miedo al contagio era evidente en el equipo. A pesar de ello, éramos conscientes de que nuestra obligación superaba a nuestros temores. No dudamos en prestar la ayuda necesaria. Como resultado de nuestra exposición, nos pusieron en cuarentena durante una semana. Pero hicimos lo correcto.
La meningitis es una infección e inflamación de las meninges, que son las membranas que rodean el cerebro y la médula espinal. Los síntomas comunes incluyen dolor de cabeza, fiebre y rigidez del cuello. En la mayoría de los casos de meningitis son causados por infecciones virales, aunque también pueden ser provocados por bacterias, parásitos o hongos. En algunos casos, la meningitis mejora sin tratamiento, pero en otros puede ser mortal y requerir antibióticos de emergencia.
En aquel entonces, ya me encontraba inmerso en mis estudios de náutica, había superado con éxito las pruebas de rescate y manejo de embarcaciones, por ello ostentaba la titulación de Patrón de Embarcaciones de Salvamento, un requisito indispensable para pilotar lanchas de rescate. Consciente de que la Cruz Roja del Mar operaba en diversas localidades costeras, y teniendo en cuenta la abundancia de playas en Eivissa, solicité mi traslado a su Unidad de Salvamento Acuático.
El jefe de esa unidad, Mariano Coll, era una persona muy amable que me ayudó mucho en mis estudios. Me admitió sin problemas y tras unos meses de prácticas me nombró Patrón de Embarcación de Salvamento tipo C. (Os he dibujado la lancha para que os hagáis una idea de cómo son, muy parecidas a las que yo tripulaba).
Un patrón de salvamento es la persona responsable de la tripulación y de la embarcación de rescate.
Me entregaron un nuevo uniforme, muy bonito, y otro emblema que, como podréis adivinar, aún conservo. Este trabajo era diferente y más arriesgado, ya que en muchas ocasiones debíamos salir al mar para rescatar a personas en dificultades. Sin embargo, tenía una ventaja: como no tenía que caminar ni levantar pesos, mi pierna apenas sufría.
Tengo muchas aventuras guardadas en mi memoria, como aquella vez en la que, mientras protegíamos una regata (una competición deportiva náutica entre embarcaciones, similar a las carreras de coches, pero en el mar), sufrimos un accidente y uno de los flotadores se pinchó.
Tuvimos que regresar al puerto con muchas dificultades. El mar estaba muy agitado, con olas que intentaban hundirnos. Nos costó un gran esfuerzo volver, pero lo logramos. Tomamos otra lancha y regresamos a la regata, ya que los deportistas estaban en peligro.
Días después, recibimos una felicitación por nuestra valentía y profesionalismo. Aún conservo una copia de la carta que enviaron a nuestros jefes.
Tengo otras historias de la Cruz Roja que quizás os cuente en otra ocasión, pero siempre debéis tener presente que cuando intentas ayudar a alguien en peligro, tú también corres riesgos. Por esta razón, si alguna vez os encontráis en situaciones parecidas, pedid ayuda urgentemente. Y si, por ejemplo, no sabéis nadar, no os metáis en el agua, ya que no podréis hacer nada y podríais ahogaros también. Es vital tener conocimientos y saber en todo momento lo que puedes o no puedes hacer.
En aquellos años, la Cruz Roja Española operaba de manera similar a un ejército, con una jerarquía de mandos y jefes de tipo militar. No tenía una estructura organizativa democrática y, desde mi perspectiva y valores, algunas personas mostraban comportamientos inadecuados.
Por lo que habéis leído hasta ahora, el abuelo no es precisamente una persona conformista (el conformista acepta pasivamente, incluso ante la injusticia), por lo tanto, cuando consideraba que algo se hacía de manera incorrecta, no dudaba en quejarse ante los jefes e intentar cambiarlo.
Esto puede acarrear graves problemas. Con el paso de los años, comprobaréis que no todas las personas están dispuestas a aceptar las críticas y, en ocasiones, intentar cambiar las cosas puede generar muchas enemistades. Te pueden llegar a considerar una persona incómoda.
En algunas organizaciones pueden existir actitudes corporativistas (son aquellas que defienden los intereses individuales frente a los colectivos), estas conductas ocultan los defectos y malas prácticas del grupo ante los demás. Yo nunca he adoptado por este tipo de comportamiento, lo que me ha causado algunos problemas.
En una ocasión, los principales mandos de la Cruz Roja del Mar viajaron desde Palma de Mallorca para hablar conmigo, pues me había quejado del mal comportamiento de un capitán con un compañero voluntario. Esto no gustó especialmente a los jefes, así que me advirtieron que, si volvía a protestar, me castigarían o incluso podrían expulsarme de la Cruz Roja.
Intenté convencerlos de que la conducta de ese capitán no representaba los valores de la Cruz Roja, pero no me hicieron caso. Casi llegaron a decirme una famosa frase marinera: “Donde hay patrón, no manda marinero.” Esta expresión significa que, ante un superior, debes callar y aceptar lo que hay, ¡sin rechistar!, aunque esté equivocado o su comportamiento sea muy injusto.
Pero no me convencieron de nada. Aunque intentaron infundirme miedo, tampoco lo lograron. Siempre he pensado que, si permites que las injusticias continúen, nada cambiará. Muchos años después, cuando llegué a ser presidente de una oficina de la Cruz Roja, nunca prohibí que las personas voluntarias se quejasen y propusieran mejoras y cambios.
La Cruz Roja modificó sus estatutos y adoptó una estructura democrática en 1985.
En la foto, podéis verme (soy el que lleva la gorra) junto a un compañero después de una guardia en una playa de la isla de Formentera. A pesar de que estábamos un poco cansados y ya nos habíamos quitado los uniformes, aún conservábamos nuestro buen humor. Estos momentos de compañerismo y espíritu de equipo son imborrables.
Más adelante os contaré un poco más, pero en total, he permanecido como voluntario durante más de treinta años, con responsabilidades relevantes. De todas estas experiencias, lo que más valoro es haber podido ayudar a tantas personas y por ello, estoy muy agradecido a la institución por haber confiado en mí, poniendo a mi alcance tantos recursos y medios para trabajar en la ayuda humanitaria.
Cada día de voluntariado es una lección en resiliencia y dedicación. He visto la fragilidad y la fortaleza del espíritu humano en sus momentos más vulnerables. Y aunque las imágenes y recuerdos de estos eventos permanecen conmigo, también lo hace la satisfacción de haber hecho una diferencia en la vida de quienes más lo necesitaban. Cada vida que tocamos y cada corazón de aquellas personas a las que ayudábamos, reafirmaba nuestro compromiso con la humanidad.
Deja una respuesta