Desde el principio (por o que os he contado hasta ahora), observaréis que siempre he sido una persona inquieta. Mi madre solía decirme que era un “culo de mal asiento”, una expresión con la que denotaba mi incapacidad para permanecer quieto en un solo lugar. Esta inquietud se manifestaba en mi constante implicación en diversas causas y mi interés por enfrentar nuevos desafíos y adquirir nuevos conocimientos.
Durante aquellos años, tuve la fortuna de conocer a Roberto, un vecino que había establecido un pequeño estudio fotográfico justo debajo de mi casa y amante de la naturaleza como yo. Roberto vendía todo tipo de accesorios para la fotografía, incluyendo rollos de película, cámaras, lentes y accesorios. Además, ofrecía en su estudio servicios de retratos personales y fotografías de carnet. Nuestra relación se fortaleció hasta convertirse en una sólida amistad. Roberto me enseñó a tomar excelentes fotografías y a revelarlas, un proceso que en aquel entonces era muy diferente al actual.
En la foto que nos podéis ver en una de nuestras excursiones por la naturaleza de Eivissa (yo soy el más guapo y descamisado 🤣).
Aprovechaba mis vacaciones y muchos fines de semana para salir al campo y fotografiar los paisajes y la fauna local. La naturaleza siempre ha sido una de mis grandes pasiones, y pasaba días enteros capturando con mi cámara todo lo que despertaba mi interés. Esta actividad me proporcionaba una gran felicidad.
Fotografiar la naturaleza y su fauna silvestre es una tarea que requiere mucha paciencia y discreción. Los animales, al detectar la presencia humana, tienden a esconderse. En el caso de las aves, ¡simplemente ¡salen volando!
Con el permiso de mis jefes en el taller metalúrgico, construí un “Hide”, un escondite camuflado hecho de lona que me permitía pasar desapercibido. Siempre lo llevaba conmigo cuando iba al campo y pasaba muchas horas dentro de él. En ocasiones, Roberto me acompañaba.
En aquellos años, las cámaras digitales, los smartphones y los drones aún no existían. Si hubiéramos visto un dron volando, probablemente habríamos pensado que era un platillo volante y habríamos huido del lugar.
Existían cámaras de tipo aficionado, que eran muy fáciles de usar y apenas requerían ajustes, y cámaras profesionales con objetivos intercambiables, similares a un telescopio pero mucho más pequeños. Estas cámaras se conocían como “réflex”. También había cámaras que revelaban las fotos al instante, eliminando la necesidad de llevar los negativos al laboratorio. Estas eran las cámaras Polaroid.
Los objetivos intercambiables permiten a los fotógrafos cambiar la perspectiva y el alcance de lo que están fotografiando. Por ejemplo, un objetivo gran angular con una longitud focal corta es excelente para paisajes o fotografía de interiores, ya que puede capturar un campo de visión amplio. Por otro lado, un teleobjetivo con una longitud focal larga es ideal para la fotografía de deportes o de vida silvestre, pues puede acercarse a los sujetos que están lejos. Para daros una idea, he hecho un dibujo similar al que tenía.
Sin embargo, todas las cámaras fotográficas requerían un rollo de película, se llamaban carretes de negativos.
Estos rollos de película debían ser colocados dentro de la cámara con mucho cuidado para evitar que la luz los dañara. Se podían comprar en diferentes formatos: de 12, 24 y 36 exposiciones, que correspondían al número de fotos que se podían tomar con cada uno. Estos rollos podían ser en blanco y negro o en color. Una vez que se terminaba el rollo, se llevaba a un laboratorio (como el de mi amigo Roberto), para que lo revelaran y realizaran copias en papel.
Además de los carretes de negativos, también podías adquirir carretes de diapositivas, que eran los que yo solía usar con mayor frecuencia. Estos no requerían ser pasados a papel, ya que una vez procesados en el laboratorio, podías proyectar las fotos en una pantalla o incluso en la pared de tu casa, utilizando un dispositivo conocido como proyector de diapositivas, de manera similar a cómo se proyectan las películas en el cine.
En la tienda de mi amigo Roberto, podías llevar el carrete para que lo revelaran y solicitar las copias en papel que desearas. Hasta ese momento, no tenías forma de saber cómo había salido la foto. Por lo tanto, debías estar seguro de haber tomado la foto correctamente, ya que no había margen para errores.
Era importante tener en cuenta la marca y la sensibilidad de la película de negativos. Dependiendo del tipo de fotos que quisieras tomar, necesitabas unas características específicas. Por ejemplo, si querías hacer fotos nocturnas, necesitabas negativos con alta sensibilidad a la luz, capaces de captar imágenes incluso en condiciones de poca iluminación. La marca de los negativos también era importante, y dependiendo de tu nivel de experiencia, podías preferir una u otra. En mi caso, siempre optaba por los carretes de la marca Kodak.
Hoy en día, la mayoría de las cámaras son digitales y no requieren rollos fotográficos. De hecho, la mayoría de las personas utilizan sus smartphones para tomar fotos y selfies (nosotros solíamos llamarlos autorretratos). Ahora, puedes almacenar tus fotos en una memoria USB o en tu ordenador, y si quieres tenerlas en papel, solo tienes que ir a una tienda de informática para que te las impriman, o incluso puedes hacerlo tú mismo con tu impresora. El proceso actual es muy diferente y más económico.
A pesar de estos avances, sigo creyendo que para tomar buenas fotos es importante conocer los principios básicos de la fotografía. Por ejemplo, esta foto que tomé en Aranjuez puede parecer sencilla, pero requiere de bastante práctica para lograr un buen resultado.
Todo esto puede parecer un poco complicado, y si estáis realmente interesadas, algún día puedo explicarlo con más detalle. También podéis pedir consejo a una fotógrafa profesional del barrio. Estoy seguro de que estarán encantadas de ayudar.
Siempre soñé con tener una cámara réflex, pero dado que el dinero que ganaba en el taller lo entregaba a mi madre para ayudar con los gastos de la casa, llegué a un acuerdo con Roberto para trabajar en su tienda durante mi tiempo libre a cambio de una cámara y aprender de sus consejos.
Después de un tiempo, conseguí mi primera cámara fotográfica, de la marca Pentax con objetivos intercambiables, aunque inicialmente solo se entregaba con uno. Más adelante, cuando pude ahorrar, compré más objetivos y una cámara mejor, con la que pude tomar fotos aún más hermosas. Aún conservo ambas cámaras.
En el próximo capítulo, les contaré cómo aprendí a revelar mis propios negativos.
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