
A finales de los años 70 y principios de los ochenta era un joven lleno de inquietudes, optimismo y esperanzas. Una época mágica marcada por los importantes cambios políticos y culturales. No ignoraba los problemas económicos y sociales de nuestro país y como os he contado, me implicaba en las causas que consideraba justas y relevantes. La participación activa en causas sociales y políticas era uno de mis rasgos distintivos de aquellos años.

La ruptura con el régimen anterior, la contracultura y el movimiento hippie impregnaba la sociedad española, los ideales de libertad, amor y paz, se reflejaban en la música rock, el cine, en las discotecas, en los pubs y en el arte. Los conciertos de rock eran muy populares, allí podíamos reunirnos para escuchar nuestros grupos favoritos (más adelante os escribiré sobre ello), las reuniones nocturnas en las playas con los amigos y amigas. Es cierto que los jóvenes de entonces y los de hoy compartimos algunas similitudes, como la necesidad de expresarnos, la búsqueda de nuestra identidad y nuestro lugar en el mundo, pero nuestras experiencias son muy muy diferentes, dado los profundos cambios socioculturales y tecnológicos de los que disfrutáis hoy.

Es cierto, la tecnología lo impregna todo; las actividades de ocio ligado a los videojuegos en línea, plataformas de streaming y redes sociales son las opciones preferidas de los jóvenes.
En nuestra época no existía nada de ello. Los ordenadores se estaban desarrollando y eran tan caros que, solo lo podían adquirir las empresas, e Internet se utilizaba en algunas universidades y servicios especiales de algunos países, no estaba a nuestro alcance. Pero no creáis que nos aburríamos, todo lo contrario, mi época de juventud estuvo llena de momentos fantásticos y felices que recuerdo con nostalgia.
A principios de los años 1980 algunas cafeterías y salones recreativos instalaron máquinas de videojuegos conocidas como Arcade. Los primeros juegos eran bastante básicos, con el tiempo mejoraron, siendo mucho más entretenidos. Mis favoritos eran Space Invaders, Pacman (aquí le llamábamos comecocos, es la que os he dibujado), Donkey Kong, Tetris y Mario Bros. Podías competir con otros amigos sumando puntos que la máquina guardaba con tus iniciales. Las partidas finalizaban cuando destruían tus naves o agotabas el tiempo, entonces salía el mensaje “Game Over” (juego terminado). 😠

Con una moneda de 25 pesetas podías jugar una partida que pronto la subieron a 50. La crisis económica de esos años devaluó la moneda oficial de España. Todo subió de precio una barbaridad.
(La devaluación consiste en la pérdida o disminución del valor de la moneda nacional de un país en comparación con otra).
Si te aburrían las máquinas recreativas (nunca ocurría eso), podías inscribirte en un club de Scalextric (en la isla existía uno). Si eras muy buen piloto, te comprabas un coche de competición al que modificabas el motor (le quitabas algunos hilos de su bobina), con ello, corría un poco más. Yo tenía un Porsche que pinté a rayas tipo cebra. Os lo he dibujado. Debo confesar que no ganaba muchas carreras, pero el coche era muy bonito.

Una de las cosas que más me divertía eran los torneos de dardos que celebrábamos en los pubs, donde aparte de escuchar música y tomar una tónica, ponías a prueba la puntería. Si te apetecía, te inscribías en un club de dardos para competir con los jugadores de otros pubs. Yo tiraba bien, pero mi hermano Juanca era muy buen jugador. En una ocasión conocí a una tiradora que fue campeona en muchas competiciones. “Ganaba a muchos chicos que se creían invencibles”.
En el caso de que no te gustara nada de eso, siempre podías jugar al futbolín, al billar o a las máquinas de bolas (se llamaban pinballs). Como veis, no tenías tiempo para aburrirte.

Tambien podias inventarte historias con las que pasarlo genial. Junto a Vicente (el marido de mi hermana Ana), tratábamos de hacernos pasar por vendedores de camellos y dromedarios que importábamos directamente del desierto del Sahara. Eso sí, solo aceptábamos como pago “Camellis dollars” una moneda que Vicente se había inventado. Para ello, encargó en una imprenta que le hicieran talonarios de recibos con el logo de nuestra empresa: Camellis City. 🤪

¿Sabéis la diferencia entre un dromedario y un camello?: El dromedario tiene una joroba y el camello tiene dos. Ambos pertenecen al género Camelus.
En la foto me podéis ver como comercial mostrando las ventajas de un dromedario”.
Recuerdo en una ocasión (después de hacernos esa foto), que nos invitaron a probar vinos en una bodega recién inaugurada de un amigo de Vicente. Los toneles estaban dispuestos en una sala circular por la que un señor te ofrecía una pequeña copita de vino cada vez que pasabas por el tonel. Creo que dimos dos o tres vueltas a la sala, yo nunca había probado el alcohol, así que podéis imaginaros como salí de allí 🥴😵💫. Desde entonces no he vuelto a tomar el alcohol.
Cada época tiene sus propias características, retos y oportunidades. De la misma manera que mi generación supo adaptarse a su contexto, estoy seguro de que vosotras sabréis encontrar vuestro propio camino en un mundo en constante cambio.
Os quiero 🥰
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