
Cuando tomas la decisión crucial de dejar todo lo que conoces y empezar de nuevo en otro lugar, una multitud de pensamientos te invade: temor, inseguridad, incertidumbre, o quizá todo lo contrario, dependiendo de cuánto lo desees. Si alguna vez os sucede, lo comprenderéis.

Iniciar una nueva etapa en nuestras vidas, sin saber muy bien cómo nos irán las cosas, pero emprenderla con ilusión y esperanza.
Es innegable que, en algunos casos, las personas se ven obligadas a abandonar sus hogares sin desearlo, y experimentan por ello una profunda tristeza que perdura durante muchos años. Pensad en las personas refugiadas de las guerras o emigrantes por razones económicas.
Yo he cambiado muchas veces de ciudad, principalmente por motivos de trabajo de papá. Pero ahora, después de tantos años, entiendo que otras circunstancias también obligaron a mi familia a desplazarse de un lugar a otro. Cosas que tenían que ver con la relación que mantenían en aquellos años difíciles bajo la dictadura de Franco y la presión del nacionalcatolicismo. Una pareja viviendo junta sin estar casada, una mujer acusada de adulterio a la que le quitaron dos de sus hijos por leyes injustas, y a los otros tres se les negó su apellido. Aquellos años debieron ser muy difíciles para mamá y papá 😔
Cuando somos niños, estas cosas no las entendemos y los cambios nos entristecen y enfadan. Dejamos muchas cosas atrás, como amigas, colegios y lugares de juegos que permanecerán en nuestra memoria para siempre. A esas edades, nuestra opinión cuenta poco, pues son otras cosas más importantes las que consideran tus padres. Solo cuando somos mayores las llegamos a entender, y entonces comprendemos que todas esas situaciones y cambios, con sus altibajos, contribuyen a la riqueza de nuestras experiencias y nos moldean como seres humanos únicos.
Así es como la vida teje su tapiz, entrelazando recuerdos y lecciones en el viaje de la existencia.

Todos esos lugares de mi niñez, juventud y madurez, han sido importantes en mi recorrido por la vida. Recuerdo con claridad Picasen, el sitio donde contraje la polio, un momento difícil que dejó en mí una huella imborrable. Aspé, lugar en el que conocí a Pepa. En Petrer fui por primera vez a la escuela. Elda donde se llevaron a mi papá. En Novelda vivíamos solas; mamá, mis hermanitas y yo. Eivissa, la isla a la que fuimos a buscar a papá y en la que fui muy feliz. Y ahora en Granada, dispuesto a aventurarme en nuevos desafíos y descubrimientos.
Nunca penséis que llorar es cosa de personas débiles y cobardes, todo lo contrario: “Cuando estéis tristes por alguna razón y quizás lloréis un poquito, mostráis a los demás que tenéis sentimientos y os preocupáis por las cosas.”
Granada no es una ciudad muy grande, pero suponía para mí un cambio significativo. Además, el clima seco y la falta del mar cercano (que tanto echaba de menos) hicieron que la adaptación fuese difícil. Sí, es cierto, Granada tiene costa, pero tienes que viajar unos kilómetros para poder verla; además, necesitas ir en coche o en autobús. En cambio, en Eivissa solo tenía que caminar unos pocos metros para ir al puerto o la playa. No es que no me gustara Granada, pero todo era tan distinto y, os aseguro, que en ocasiones me parecía vivir en otro país.
Cada persona se enorgullece de su lugar de nacimiento y no debemos menospreciar esos sentimientos. Todo el planeta es hermoso y especial. Yo estoy muy contento de haber vivido en muchos lugares, y he comprobado que las personas buenas están en todos ellos. Solo tenemos que observar y dar una oportunidad a la amistad.
Debo deciros que hoy me parece la ciudad y provincia más hermosa del mundo, pero en aquellos primeros años, me sentía desorientado e inmerso en una profunda melancolía. Aprendí que llorar de vez en cuando no es malo. Mi amiga psicóloga Leo, considera que es bueno hacerlo, especialmente cuando estás muy estresado (el estrés es tener mucha tensión emocional que no os deja ni dormir), ya que con ello, alivias las tensiones emocionales y puedes afrontar las preocupaciones con mayor seguridad.
Hoy pienso que Granada es un sitio maravilloso para vivir. Posee todo lo que necesitas: historia, buenas personas, hermosos pueblos, campos y sierras nevadas, e incluso playas. Pero también espacios mágicos como la Alhambra.

La Alhambra es un conjunto arquitectónico formado por palacios, fortalezas y jardines (declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1984). Su construcción comenzó en el siglo XIII, durante la época en que la península ibérica estaba gobernada por la dinastía musulmana nazarí. El último gobernante de Granada fue el rey Boabdil, quien entregó las llaves de la ciudad a los Reyes Católicos. Ello marcó el final de la presencia musulmana en Granada y la culminación de la Reconquista. La Alhambra es un testimonio de la convivencia de diferentes culturas en la historia de España. Podéis observarla en la foto que tomé un atardecer. Es magnífica, ¿verdad?
En Granada transité de la juventud a la madurez y viví los mejores momentos de mi vida. Tuve que trabajar mucho y no todo fue fantástico, pero otros acontecimientos llenaron mi vida de felicidad, como el nacimiento de mi hija y mi hijo (vuestra mamá y papá). En Granada soy feliz y tengo a mis mejores amigas y amigos.
La vida, en muchas ocasiones, os situará ante encrucijadas que os obligarán a tomar decisiones que no solo os afectarán a vosotras, sino también a las personas que comparten vuestra vida. En esos momentos, debéis tomar decisiones que pueden resultar dolorosas, pero que, por otro lado, pueden abrir el camino a nuevas experiencias y oportunidades para seguir creciendo y ser felices. Es muy importante que cuando toméis estas decisiones lo hagáis con plena consciencia, asumiendo los cambios que conllevan.
Dad una oportunidad a los lugares en los que os encontréis. En cualquier rincón de ellos, encontraréis motivos para ser felices.
En el próximo capítulo os contaré cómo fue ese gran cambio para ambos.
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