Antes de instalarnos en Granada, la abuela y yo pensamos que allí podríamos abrir un estudio fotográfico. Nuestra idea era ofrecer servicios de fotos de carné, realizar reportajes de bodas y cumpleaños, además de vender cámaras y carretes fotográficos. También podríamos revelar negativos y realizar copias en papel. Como ya os he contado, durante unos años trabajé en la tienda de fotos de mi amigo Roberto, por lo que ya tenía bastante experiencia y me encontraba muy motivado.
Con la ayuda del bisabuelo Andrés, que nos prestó un local y nos ayudó con algo de dinero, pronto inauguramos nuestro estudio. Se llamaba imagenfoto y aunque no era muy grande, la verdad es que lo decoramos muy bien.
Me encantaba mi estudio fotográfico. Se había cumplido uno de mis sueños favoritos. 😊
Cuando inicias un negocio (ahora se llama emprendimiento), debes considerar muchas cosas, especialmente aquellas que pueden ir bien y las que pueden salir mal. Yo no lo hice, simplemente lo puse en marcha junto a la abuela y nos lanzamos a la aventura y pronto empezaron algunos problemas. Yo estaba acostumbrado a realizar un tipo de fotografía muy especial, había aprendido muchas cosas que me enseñó Roberto. Mis fotos gustaban mucho en la isla, pero en Granada todo era diferente. No es que no gustaran, simplemente yo no seguía la moda de los fotógrafos con muchos más años de experiencia en la ciudad.
Además, aquí los precios por los trabajos eran mucho más bajos que en Eivissa y aunque me adapte a ello, no tenía muchos clientes. Los comienzos siempre son difíciles y los gastos suelen superar a los ingresos. Estos gastos eran tan elevados que apenas generábamos ingresos para la familia. Un amigo fotógrafo jubilado que solía visitarnos con bastante frecuencia, nos aconsejó tener paciencia y nos animó a seguir, pues pensaba que las cosas mejorarían. Era imprescindible que pasara un tiempo prudencial para que me acreditara como fotógrafo en Granada.
Pero yo no podía esperar mucho tiempo, no contábamos con dinero suficiente para mantener a la familia y aunque el bisabuelo nos ayudaba bastante, tampoco era plan estar dependiendo de su ayuda todo el tiempo.
Un día ocurrió algo que nos asustó mucho, entraron unos ladrones a robar en la tienda. La abuela estaba sola con nuestras hijas, y aunque no pudieron llevarse mucho dinero, amenazaron a la abuela con un cuchillo.
Estaba claro que el estudio no era una buena idea, así que como disponíamos del local, la abuela y yo decidimos cambiar de negocio y abrir una tienda de helados y golosinas 🤤. Era muy divertida y con menos riesgos.
Pero, como os he contado antes, aunque sea una tienda de helados y golosinas, debes sopesar las cosas que pueden ir mal, y tampoco lo hice en esta ocasión. Resulta que tenías que vender muchos helados y kilos de golosinas para ganar lo suficiente, pues los márgenes eran muy pequeños (un margen económico es la diferencia entre lo que te cuesta comprar un producto y el precio que le pones para ganar dinero con su venta). Total, que nos pasaba lo mismo que con el estudio de fotos (los gastos eran mayores que los ingresos).
Llegó el día en el que la abuela y yo nos cansamos de negocios y pensamos que lo mejor era buscar un empleo para poder mantener a la familia. Estaba muy claro que yo no era un negociante y nuestras hijas (vuestra mamá y papá), que ya habían nacido, eran lo más importante.
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