Todos los domingos compraba el periódico y ojeaba las ofertas de empleo. Esperaba encontrar trabajo en un taller metalúrgico como el de Eivissa, pero nunca se ofertaba ninguno que se ajustara a mis expectativas y experiencias. Un día leí una oferta de trabajo en la que una empresa deseaba contratar a un comercial para vender bienes de equipo y como ya estaba aburrido de esperar que saliera una oferta en un taller, decidí probar y escribí a la agencia.
Os cuento otro secreto: no sabía lo que eran bienes de equipo. 🤣
Tras unos 10 días de espera me convocaron por carta someterme a varias pruebas psicotécnicas (son esas en las que evalúan tus capacidades, aptitudes intelectuales y profesionales con el propósito de asegurarse de que encajas en el trabajo). Éramos muchos los candidatos, pero solo había una plaza vacante. Fue como una competición en la que todos nos observábamos de reojo, tratando de adivinar qué nos hacía destacar sobre los demás.
Después de realizar las pruebas nos dijeron en unos días llamarían a la persona seleccionada. Tuve que esperar nuevamente, y tras una semana, recibí la visita inesperada del director comercial de la empresa. Me preguntó si realmente deseaba trabajar con ellos, ya que me habían escogido a mí.
Mi respuesta fue: ¡Claro que sí!
Así que mi primer empleo en Granada fue en una empresa que se dedicaba a la venta y reparación de tractores (son esas máquinas con ruedas enormes que se usan para labrar la tierra).
Resulta que los tractores eran bienes de equipo.
Mi tarea consistía en visitar a los agricultores de la provincia y tratar de persuadirlos para que compraran las marcas de la empresa: Ebro y Massey Ferguson. Esto me resultaba muy difícil por dos motivos principales:
En primer lugar, como acababa de llegar a la ciudad, no conocía bien la provincia y, por consiguiente, no sabía dónde quedaban los pueblos y las ciudades más importantes.
Segundo: ¡Nunca había visto tractores tan grandes! Os cuento otro secreto: apenas sabía lo que era un tractor. 😮
Pero yo siempre he sido muy honesto y se lo dije al jefe de ventas:
—Verá, no sé si seré capaz de realizar este trabajo. —No tengo experiencia como comercial y no entiendo nada de tractores.
Se sonrió (me recordó al cirujano del hospital cuando le dije que Eivissa era una isla). Me contestó que no me preocupara, pues aprendería muy rápido. En las pruebas psicotécnicas había obtenido una puntuación muy alta y para ellos, eso era una garantía suficiente. Además, agradeció mi sinceridad. Esto me tranquilizó y comencé a estudiar catálogos y libros sobre tractores.
¿Sabéis que los tractores se inventaron hace más de cien años?
El primer tractor de gasolina lo fabricó el ingeniero John Froelich en el año 1892. Hoy la empresa se llama John Deere y es una de las más importantes del mundo fabricante de maquinaria agrícola (John Deere era la competencia de mi empresa). El invento del tractor supuso uno de los mayores cambios en la agricultura. La hizo mucho más eficiente, permitiendo ahorrar tiempo y energía y abarcar campos mucho más extensos. Hoy existen tractores que funcionan autónomamente (guiados por satélites), y pronto dispondrán de motores eléctricos para evitar la contaminación.
Un lunes me presenté en la empresa, me mostraron las instalaciones y me presentaron a mis compañeros de trabajo. No eran muy simpáticos. Me hicieron muchas preguntas sobre mis experiencias vendiendo tractores. Yo no les contesté, preferí callarme y guardar mi secreto. Algunos de ellos fruncieron el ceño (es como arrugar la frente en señal de desaprobación). Uno de ellos dijo que yo era como un melón sin calar (significa que, aunque por fuera parecía estar maduro, quizás por dentro estaba verde como una incógnita).
Pero me dio igual, pronto me acostumbré y aprendí. Una de las cosas que más me gustó fue que me entregaron un SEAT Panda amarillo (mi color favorito), para viajar.
Pero lo más importante para mí de esa experiencia, fue la gran cantidad de amigas y amigos que conocí en los lugares que visité. Personas sencillas que iniciaban su trabajo con la salida del sol y, en la mayoría de las ocasiones, terminaban muy avanzada la noche. Personas honestas y buenas que cultivaban duramente los campos para ofrecer a sus familias una vida mejor. Conservo en mi memoria los rostros de muchas de ellas y nunca las olvidaré.
Cuando toméis alimentos, da igual que sea una manzana, una patata, una col o una ensalada, pensad en las personas que han hecho posible el milagro de producirlos.
Con el tiempo, me convertí en un buen comercial, incluso de máquinas mucho más difíciles como las carretillas elevadoras. Muchas personas las llaman “toros” porque tienen unas palas que se asemejan a las astas de estos animales. Es una máquina que requiere de muchos conocimientos técnicos, especialmente las que se usan en los grandes almacenes, por este motivo, tuve que estudiar bastantes manuales y realizar algunos cursos en las fábricas donde las montaban, pero no fue demasiado complicado, pues, algunas cosas de motores y mecánica aplicada ya las había aprendido en el Instituto Politécnico.
Un día, si os interesa, os puedo escribir sobre ellas. 😘
Después pasé a ser vendedor de máquinas de obras públicas (son esas que se utilizan para construir carreteras y aeropuertos), también muy complicadas, dado que las hay para realizar un montón de tareas como excavar, nivelar y aplanar la tierra, asfaltar (cubrir las carreteras de alquitrán), pintar las rayas y muchos otros trabajos.
Con estos empleos, ganaba menos dinero que en el taller metalúrgico, casi la mitad, pero como en Granada las cosas eran mucho más baratas, tampoco importaba mucho.
Siempre he procurado progresar y aprender, aprovechar las oportunidades que se me presentaban para mejorar. Llegué a trabajar como agente de seguros, lo que me permitió desarrollar resistencia emocional e iniciarme en informática gestionando bases de datos. También trabajé como inspector de seguridad, instalando y recomendando dispositivos de alarma e incendios.
En todos estos trabajos, llegué a viajar por las provincias de Granada, Jaén, Málaga, Almería y Sevilla. Conocí a muchas personas buenas y amables y logré ser amigo de todos ellos.
Todas estas experiencias me permitieron acceder a empleos de mayor responsabilidad en otras empresas más importantes, como jefe de ventas y director comercial. No me gustaba quedarme mucho tiempo en un mismo lugar. En la actualidad, muchas personas comparten esta filosofía: ser felices en el trabajo. Sin embargo, en aquellos años, no era tan común.
En el próximo capítulo os contaré como aprobé las oposiciones para trabajar en la sanidad pública.
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