En una ocasión, conversando con mi hijo (papá Daniel), le hablé sobre la vida. En esos días se encontraba atravesando una etapa difícil. Le dije que la vida es como escalar una gran montaña y que no debe preocuparnos su altura, simplemente debemos iniciar su ascenso. La fuerza de voluntad nos ayudará a llegar a un punto, sin importar si otros suben más alto.
Cuando te sientas agotado y necesites descansar, busca una roca firmemente anclada al suelo. Es mejor si es en un lugar tranquilo, donde puedas reflexionar y mirar el horizonte. Observa el camino que has recorrido con tus propios pies, quizás con dificultades, pero motivado, lleno de ilusiones y deseos de descubrir nuevos paisajes.
Lo que de verdad importa en nuestro paseo por la vida es el recorrido, no la altura que alcanzamos. Para mí, ese es el sentido de nuestra vida.
Esta ha sido siempre mi filosofía de vida. Por supuesto, una mamá y un papá quieren que sus hijas sean felices y les dan aquello que creen que necesitan: un hogar, buena comida, educación, juguetes y tiempo para compartir. Pero lo más importante de todo son los valores que les guíen hacia el bien y la sabiduría. Respetar a las demás personas, la vida de todos los seres vivos y la naturaleza, no mentir, amar en vez de odiar. Principios y valores que he intentado transmitir a vuestra mamá y papá, y que espero que vosotras también sigáis.
Es cierto que no todas las familias son iguales ni tienen las mismas ideas y cultura, pero estoy seguro de que todas quieren a sus hijas con todo su amor. El abuelo siempre ha intentado ser un buen papá, pero me he equivocado en muchas ocasiones. Ya sabéis que todas las personas nos equivocamos, pues nadie es perfecto. Pero de algo estoy seguro: siempre he querido a vuestra mamá y papá con todo mi corazón y mi mente. Les he apoyado en sus éxitos y acompañado en sus fracasos.
Y quizás, esto es lo más importante que puede hacer una mamá y papá con sus hijas. Hoy vuestra mamá trabaja de enfermera. Estudió en dos universidades para una mejor formación y estoy seguro de que hace su trabajo muy bien y cuida con amor a las personas que están ingresadas en el hospital. No penséis que el trabajo de enfermera es fácil. Al contrario, tienes que prestar mucha atención y aprender muchas técnicas de medicina y cuidados. Ella siempre ha sido una buena hija y hoy es una buena mamá. Estoy muy orgulloso de ella y siempre lo estaré. Vosotras también debéis estarlo. 🥰
Daniel decidió estudiar música y tuvo que superar varias pruebas para entrar en el conservatorio, ya que solo admitían a unos pocos estudiantes de su especialidad, la percusión (mamá Patricia también lo hizo durante un tiempo, pero se lesionó y no pudo seguir).
Para ingresar a la Real Academia de Música de Londres, una de las instituciones más prestigiosas del mundo, es fundamental ser un estudiante excepcional. Daniel lo fue y continúa siéndolo. A lo largo de su carrera, ha viajado por numerosos países con orquestas de renombre y, hoy en día, fabrica instrumentos musicales que gozan de gran prestigio. Recuerdo bien los primeros días de sus proyectos, cuando buscábamos materiales para sus primeras creaciones.
Para la abuela y para mí, los estudios de Daniel en Londres representaron un desafío económico y personal considerable. Con esfuerzo y con el apoyo de algunas personas y administraciones, logramos superar esta dura prueba. Nuestros viajes a Londres, aunque breves, siempre resultaron muy gratificantes. Me encantaba la ciudad y, aunque no podíamos quedarnos mucho tiempo, aprovechábamos al máximo cada oportunidad para explorar algunos de sus lugares más icónicos. Tras cuatro años de estudios intensivos, Daniel se graduó. La ceremonia, fiel reflejo de la cultura británica, fue un momento de inmenso orgullo para nosotras al ver a Daniel recibir su diploma.
Daniel también se enfrentó numerosos desafíos en su camino. Primero, tuvo que acreditar su nivel de inglés, lo que nos obligó a desplazarnos a Valencia (ciudad en la que se encontraba el centro examinador), para que pudiera realizar su prueba. Las superó con éxito y obtuvo su diploma. Una vez en Londres, tuvo que adaptarse a vivir con otros estudiantes en residencias estudiantiles, ajustarse a nuevos horarios, enfrentarse a múltiples desafíos y, por primera vez, estar solo en un país extranjero. A pesar de todas estas dificultades, su fortaleza y determinación le permitieron afrontar cada uno de estos retos con éxito.
Daniel es extremadamente exigente y busca la perfección en todo lo que emprende. Esta meticulosidad es fundamental en la fabricación de instrumentos. Sin embargo, en las relaciones personales, a veces es necesario encontrar un equilibrio. Creo que, en este sentido, él ha encontrado la manera de combinar su rigor con una mayor flexibilidad y empatía, por ello, cuenta con cientos de amigos en todo el mundo.
Cuando vuestro papá y mamá eran pequeñitas, les contaba muchos cuentos y les cantaba canciones. Una que les gustaba era la del barquito de cáscara de nuez. Una y otra vez hasta que se quedaban dormidas. La letra de la canción es muy fácil. Podéis buscarla en internet, pero empieza así:
«Un barquito de cáscara de nuez,
Adornado con velas de papel,
Se hizo hoy a la mar para lejos llevar
Gotitas doradas de miel.»
Un mosquito sin miedo va en él,
Muy seguro de ser buen timonel.
Y subiendo y bajando las olas
El barquito ya se fue.
Navegar sin temor,
En el mar es lo mejor,
No hay razón de ponerse a temblar.
Y si viene negra tempestad,
Reír y remar y cantar.
Y subiendo y bajando las olas,
el barquito ya se fue.
Os he dibujado el barquito pilotado por el capitán D. Cristóbal Martín. He pensado que, como tiene más experiencia que un mosquito timonel, puede llegar más lejos.😉
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