Cuando decides compartir tu vida con otra persona, no deseas que sea algo pasajero; anhelas construir una relación sólida donde se compartan inquietudes, metas, momentos de alegría y de dificultad, ofreciendo apoyo mutuo y compañía feliz. Pero, en ocasiones, la vida nos somete a pruebas y es posible que la tristeza nos invada por completo. En esos momentos, necesitamos a alguien a nuestro lado que nos anime e impulse a seguir adelante.
Cuando os llegue ese instante, descubriréis que compartir tanto las adversidades como las alegrías es una vivencia que enriquece y da sentido a la existencia.
Las parejas están expuestas a retos que pueden desafiar su relación, tales como dificultades económicas, conflictos con los hijos, enfermedades, falta de comunicación, celos y otras cuestiones que en ocasiones se minimizan, pero que después resurgen con fuerza y se utilizan como reproches. Lo comprobaréis cuando escuchéis a una pareja discutir y se digan, por ejemplo, cosas como:
—¿Te acuerdas cuando hace dos años le dijiste a nuestros amigos que yo era una persona vaga?—
—¡Pues que sepas que esto no lo he olvidado ni perdonado!—
Son cosas que se guardan como cuentas pendientes y se recuerdan precisamente en los momentos más complicados de la relación.
En los primeros años de convivencia, el amor actúa como un estímulo adicional que os impulsa con fuerza a superar todos esos obstáculos. Sin embargo, con el tiempo, evoluciona hacia un sentimiento más reflexivo y maduro. No es que dejéis de amar a vuestra pareja, sino que se descubren nuevos intereses que trascienden el amor romántico, y cuando esto ocurre, es posible que una simple diferencia de opinión desencadene un conflicto grave que, si se repite con frecuencia, imposibilita la convivencia.
Puede llegar el momento en que estéis todo el día discutiendo y penséis en la separación o el divorcio. 😣
Cuando se produce la ruptura de una pareja, el mundo cotidiano cambia de manera radical. Puede que te veas obligada a abandonar el hogar compartido, dejar de ver a tus hijas diariamente y renunciar a tu vecindario. Además, es posible que algunos familiares y amigos se alejen o tomen partido en tu contra. Esta situación se vuelve aún más complicada si hay resentimiento y animosidad hacia tu expareja. Adaptarse a esta nueva realidad puede llevar tiempo y, en algunos casos, puede derivar en sufrimiento profundo o consecuencias aún más serias. Sin embargo, es crucial enfrentar esta etapa con esperanza y renovadas ilusiones, sin permitir que el rencor ni las cuentas pendientes empañen tu camino hacia adelante.
Cada matrimonio es único, y las razones por las cuales se separan o divorcian se justifican según la conciencia y creencias de cada uno. Yo solo puedo deciros que ese instante fue uno de los momentos más tristes de mi vida. De nada sirvió la terapia de pareja ni el consejo experto. Firmamos los documentos y todo terminó. La abuela y yo nos divorciamos en el año 2010, después de casi treinta años conviviendo.
No supimos superar las dificultades, pero puedo aseguraros que no albergo rencor ni guardo cuentas pendientes. Llegados a este punto, solo puedo aconsejaros que cuidéis vuestras relaciones, mostréis amor y respeto, y seáis comprensivas y tolerantes; no existe mejor medicina para que perduren.
Pero no todo fue negativo. Durante todo el tiempo en que compartimos el hogar, hicimos muchas cosas bien. La más importante de todas fue amar, cuidar y educar a nuestras hijas, verlas crecer y ayudarles a posicionarse en la vida. Y ahora estáis vosotras, la continuidad de nuestro árbol de la vida y el mejor regalo que nadie podría ofrecer. Estoy orgulloso y feliz por haber formado una familia con la abuela, vuestra mamá y papá, y ser parte de vuestro árbol de la vida.
Consejo de Vida
“La vida en pareja requiere dedicación, comprensión y respeto. No permitáis que los conflictos se acumulen sin resolverlos, y recordad siempre apoyar a vuestra pareja en los momentos difíciles. Aprended a valorar tanto los momentos de alegría como los desafíos, ya que ambos enriquecen vuestra relación y os ayudan a crecer como personas. Y sobre todo, nunca dejéis de aprender y de amar.”
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