A partir de ahora, mi memoria no tiene por qué retroceder mucho. Lo que os relato son acontecimientos recientes, historias diarias que me ocurren en mi actual paseo por la vida. Pero cada decisión, alegría, lágrima y abrazo, aun en el presente, se guarda en nuestra mente y emociona al corazón. Nos moldea como el ser que somos.
¿No creéis por ello que las historias de vida son tan valiosas e inspiradoras?
Después del divorcio, mi vida cambió de manera significativa. Era como empezar de nuevo, tal vez con mucha tristeza y nostalgia por el pasado, pero también con la esperanza de encontrar de nuevo la paz interior y seguir adelante sin arrastrar los pies. Mi caminar es muy lento debido a mi enfermedad, pero solo es una cuestión física, no emocional. Además, andar despacio me permite dedicar tiempo a pensar, a observar los colores de la naturaleza, a percibir los aromas de las plantas y a escuchar música de manera relajada.
Y, sobre todo, a pensar en vosotras. 🥰
Una de las cosas que suelo hacer es mirar cada paso que doy y tengo mis motivos: no quiero pisar a ningún animalito que quizás esté cruzando el mismo camino que yo. No importa si es una hormiga, una mariquita, un saltamontes o incluso un caracol. Cuando me encuentro con alguno de ellos, me aparto del camino y evito pisarlos. Además, me gusta observarlos y aprender de ellos. Sé que algunos amigos opinan que es una tontería y sonríen cuando se lo digo, pero yo no lo veo así. Al contrario, respeto a todos los animales, por este y otros motivos no me alimento de animales.
Además, es fácil quitarle la vida a otro ser, pero es imposible devolvérsela. Es un hecho definitivo y trascendental para cualquier ser vivo. Yo opino que, si respetamos lo pequeño, nos será mucho más fácil respetar lo grande. Todo está conectado en nuestro planeta, y lo que hacemos a los demás, nos lo hacemos a nosotros mismos.
Os cuento una historia que me sucedió hace poco tiempo. Un día, después de la lluvia, decidí dar un paseo por el campo. Me gusta pasear cuando la tierra está mojada, es una sensación muy agradable. Ya llevaba varios kilómetros caminando, cuando me encontré con una caravana de caracoles cruzando el camino. Cuando llueve, algunos animales aprovechan para salir de su escondite e ir a otro lugar, especialmente los caracoles. Casi siempre deben cruzar algún camino, lo cual es peligroso para ellos, ya que la gente que no mira al suelo como yo lo hago no los ve y termina pisándolos. Pero yo siempre intento protegerlos y ayudarlos. Así que, cuando no son muchos, los recojo y los llevo al lugar donde pretenden ir (que casi siempre es la otra orilla del camino). Es un poco complicado para mí, ya que debo apoyarme en mi bastón y en mi rodilla enferma, pero creo que vale la pena el esfuerzo, y lo hago una y otra vez. Con mi intervención, les salvo la vida y les doy una oportunidad de seguir su camino.
En ocasiones, las personas que me ven piensan que soy un poco raro y me observan como si estuviese loco 🥴, pero eso no me importa. En una de esas ocasiones, una niña pequeñita que paseaba con sus padres por el mismo camino, al verme, me preguntó por qué empujaba a los caracoles fuera del camino. Le expliqué la razón, y me dijo: —¡Ah, lo comprendo! A mí me gustan los caracoles. Y se puso a ayudarme. ¿Y sabéis otra cosa? ¡Se llevó uno como mascota! Sus papás, al principio, sonrieron, pero también nos ayudaron.
Ese día, entre todas, pudimos salvar a cientos de caracoles.
De este modo, cada paso en nuestra vida puede transformarse en una breve historia de compasión y amor, un recordatorio de que, incluso en la sencillez de nuestros actos, somos capaces de influir en el mundo.
Respetad a todos los seres vivos, pues todos tienen derecho a vivir y proseguir su camino.
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