Estos días, el abuelo ha estado algo estresado y triste. Acontecimientos en nuestro país, y también en otras partes del mundo, me provocan una profunda preocupación. Pienso en vosotras constantemente y en cómo me gustaría que el mundo fuera muy diferente, un lugar más justo y tranquilo, con menos guerras y violencia, menos desastres climáticos y menos disputas entre políticos. Pero, aunque a veces cueste aceptarlo, las cosas no siempre son como quisiéramos, y debemos aprender a protegernos de aquello que nos afecta y nos hiere.
A lo largo de mi vida, he intentado hacerlo todos los días. Ya sabéis que soy optimista por naturaleza, y que, por más dificultades que me haya enfrentado, procuro que lo negativo no me impida vivir con plenitud y seguir adelante con mis inquietudes. Afronto los problemas como pruebas que, una vez superadas, me hacen más fuerte y sabio.
“A veces, los momentos difíciles nos ponen a prueba, pero también nos enseñan a valorar todo lo bueno que hay en nuestras vidas y a ser más fuertes.”
He aprendido que cada persona puede crear un refugio interior, un lugar donde la paz y la serenidad son posibles, a pesar de lo que esté ocurriendo afuera. Para mí, este refugio es un conjunto de pensamientos positivos, recuerdos felices, valores que me guían y lecciones que he aprendido a lo largo de la vida. Esto se llama resiliencia.
La resiliencia es la capacidad que tenemos para adaptarnos y superar situaciones difíciles, problemas o adversidades. Es como una especie de “fuerza interior” que nos ayuda a recuperarnos después de pasar por momentos complicados, ya sea una pérdida, un fracaso, una enfermedad o cualquier otro desafío que nos ponga a prueba.
Imaginad una flor que crece en una zona poco propicia para ella. Aunque las condiciones no sean fáciles, esa planta encuentra la manera de adaptarse y crecer a pesar de las dificultades. La resiliencia en las personas funciona de manera similar: nos permite adaptarnos, aprender de la experiencia y salir fortalecidos.
Desarrollar resiliencia no significa que las personas no sientan tristeza, dolor o frustración, sino que encuentran la manera de seguir adelante, usando esas experiencias para aprender y crecer. En resumen, ser resiliente es enfrentarse a los desafíos con una actitud de aprendizaje y esperanza, buscando siempre la manera de salir adelante.
“Considerad cada día como una nueva oportunidad para enfrentaros a los desafíos con valor, cuidar de vosotras mismas y de los demás, y construir el mundo que soñamos, aunque sea en lo pequeño.”
Os puedo proponer tres claves para cultivar la resiliencia
Recordad vuestras metas y valores. En los momentos difíciles, recordar mis metas personales y mis valores me da más claridad. Cuando sientas que algo te entristece, pregúntate: “¿Cómo puedo aprender de esto para acercarme más a la persona que quiero ser?”
Buscad la paz en lo sencillo. Si las cosas se ponen difíciles, observad todo aquello que os rodea e intentad encontrar paz en las cosas más sencillas. Yo encuentro tranquilidad en los paseos por la naturaleza, en leer un buen libro, en disfrutar de mis actividades favoritas. Cualquier cosa que os ayude a tomar un respiro y reconectar vosotras mismas os permitirá enfrentaros mejor a los desafíos.
Apoyaos en quienes os quieren. Contad con mamá, papá y la abuela, y buscad consuelo en ellas. La familia es una fuente esencial de fortaleza. Saber que podemos contar con los nuestros, que siempre estarán allí para brindarnos su apoyo, es una de las mayores seguridades que tenemos. La familia es uno de los pilares más fuertes que tenemos en la vida. Rodearos también de amigas que os animen y hagan sentir amadas.
Consejo para la Vida
“Cuando el mundo os parezca confuso y hostil, buscad dentro de vosotras esa pequeña llama que nada ni nadie puede apagar. Ahí encontraréis la fuerza para seguir adelante. Recordad siempre: cada dificultad es también una oportunidad para ser más fuertes y sabias.”
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