
Llega un momento en el que tengo que despedirme. A veces es después de años de convivencia, pero otras, solo tras unos meses. No importa cuánto tiempo haya pasado, la sensación siempre es la misma: la preocupación que no desaparece. Porque ese joven que ahora debe irse, no está listo para marcharse solo. Porque no tiene red, no tiene papeles, no tiene recursos. Porque el sistema le dice que ha cumplido 18 años y que, a partir de hoy, debe arreglárselas por su cuenta.
Esta podría ser la historia de Mamadou, un joven de llegado de un lejano país de Africa que llegó solo, con la ropa que llevaba puesta y un montón de heridas invisibles. Pasó semanas en la calle hasta que fue acogido en un Centro de Protección de Menores. Aquí encontró seguridad, un plato de comida, una cama. Pero no tuvo tiempo de construir un futuro.
No tenía documentación, así que no pudo asistir a una escuela oficial ni formarse como le habría gustado. En el centro, le dimos apoyo, intentamos orientarlo, pero los días pasaron demasiado rápido.Y ahora que ha cumplido 18 años debe salir.

Y ahora se enfrenta a la misma pregunta que me he hecho tantas veces cuando veo a un chico marcharse sin tener a dónde ir: ¿Dónde va a dormir mañana?, ¿Cómo conseguirá un trabajo sin papeles?, ¿Qué hará cuando no tenga a nadie que lo oriente?.
Debéis saber que, cumplir 18, no significa estar preparado. Esto ya os lo he he contado en el diario ¿recordáis lo que os escribí cuando cumplí la mayoría de edad?.
A veces, algunos jóvenes tienen la suerte de acceder a un piso tutelado ( es como un pequeño centro de protección pero con menos recursos), allí reciben apoyo durante un tiempo más. Pero las plazas son limitadas y no hay sitio para todos. Por esta razón, para muchos otros, la mayoría de edad no significa independencia, sino una caída al vacío.
Un día están en el centro, protegidos, aunque sea de forma temporal. Al siguiente, pueden estar en la calle, sin techo, sin recursos, sin esperanzas.
Es una realidad cruel, y me produce un inmenso dolor. Porque sé que estos jóvenes no han hecho nada para merecerlo, pero el sistema no les deja tiempo para prepararse. Algunos intentan salir adelante con trabajos precarios, viviendo en habitaciones alquiladas sin contrato, dependiendo de la buena voluntad de otros. Pero demasiados acaban en la calle, sin oportunidades, sin más alternativa que sobrevivir como puedan.
Yo los veo partir y me quedo con la angustia de no saber qué será de ellos. De haber intentado hacer todo lo posible, pero sentir que no es suficiente. Ellos no quieren caridad. No quieren que les regalemos nada. Solo quieren lo mismo que cualquier joven de su edad: una oportunidad.
Consejo para la vida
Si alguna vez tenéis la oportunidad de ayudar a alguien que empieza de cero, hacedlo. Puede ser un consejo, una orientación, un contacto, una simple palabra de aliento. No sabéis el impacto que puedes tener en la vida de alguien que lo ha perdido todo.
Recordad que, ser solidario no es dar lo que os sobra, sino compartir lo que tenéis.Todas, en algún momento, hemos necesitado que alguien nos tienda la mano.
Deja una respuesta