
Un abrazo es más que un simple contacto físico; es un mensaje de seguridad, afecto y reconocimiento. Suelo abrazar con frecuencia porque, además de mostrar cariño, me permite «percibir» lo más profundo de la otra persona. Algunos compañeros y compañeras del Centro de Protección también abrazan, pero cuando yo abrazo, intento percibir los sentimientos y emociones que a veces no afloran al exterior.
El otro día, como acostumbro en mi turno de trabajo, los saludé a los chicos del hogar con un abrazo mientras les preguntaba cómo les había ido el día. Al abrazar a Antonio, sentí que algo no estaba bien. «¿Qué te pasa, Antonio?», le pregunté. «Nada, maestro, nada», respondió. Su respuesta no me convenció, especialmente después de notar un sentimiento de enfado y angustia.
«¿Seguro, Antonio? Dime qué te pasa», insistí. Entonces, me explicó que había tenido una discusión con un compañero y se sentía muy afectado y enfadado.
Cuando surgen conflictos en el hogar, convoco una reunión para dialogar y encontrar juntos una solución. Así lo hicimos, y el problema quedó resuelto. En el Diario del Abuelo ya os he hablado de cómo, en la adolescencia, las hormonas influyen en nuestras emociones. Les expliqué que, a menudo, los conflictos adolescentes son consecuencia de una alteración emocional más que de un problema real.
Para muchos adolescentes que han vivido desamparo o carencias emocionales, un abrazo puede marcar la diferencia entre sentirse solos o saber que alguien se preocupa por ellos.
Siempre os recomendaré que abracéis a quienes queréis. Los abrazos regulan el desarrollo emocional, refuerzan la autoestima y el sentido de pertenencia, generan confianza y ayudan a gestionar emociones. En algunas culturas no se practican con frecuencia, quizá porque no se conocen sus beneficios. Pero el abrazo no solo es físico. También se expresa con palabras, escucha activa e interés por sus problemas. Este abrazo emocional ocurre cuando no juzgamos y les permitimos expresarse sin temor.
Un abrazo emocional es estar presente sin juzgar, demostrar interés y ofrecer un espacio seguro donde puedan hablar con libertad.

En los centros de protección, donde muchos menores llegan con historias de abandono o violencia, crear un entorno afectivo y seguro es fundamental. Un abrazo, en el momento adecuado y con el consentimiento del menor, puede transmitir tranquilidad y reforzar la relación socioeducativa.
Mi trabajo como educador social es ayudarles a reconstruir la confianza en las relaciones, ya que muchos adolescentes han vivido vínculos frágiles o inexistentes. Aprender a confiar, expresar emociones y recibir afecto sin miedo requiere tiempo y acompañamiento.
Consejo para la vida
A veces, un abrazo a tiempo puede cambiar el rumbo de un día difícil e, incluso, ayudar a sanar heridas emocionales. Porque un abrazo sincero es, en esencia, un mensaje que dice: Estoy aquí para ti.
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